El historiador José Antonio Azpiazu recoge en “Juegos y apuestas en la historia de Euskal Herria” esta frase que da título a la obra de teatro de Antonio Maria Labaien “Jokua ez da errenta” (El juego no es renta). Publicada en 1960, es una buena muestra de la tradición apostadora de Euskal Herria. Pero difícilmente se habría imaginado el comerciante Martín de Echeverría, que en 1556 se jugó 44 libras de Flandes a que Gaspar de Castro iba y volvía de Amberes a Jerusalén en menos de siete meses, que cinco siglos después bastaría con ir a un bar o sacarse un chisme del bolsillo para hacer su apuesta en dos minutos.
Que en un país de apostadores se siga apostando no parece, a priori, una gran sorpresa. Sin embargo, el auge de las apuestas deportivas y, en especial, la tendencia creciente del juego online, que despoja a esta práctica de carácter (y control) social, han despertado algunas alarmas. La alerta llega en gran medida desde las asociaciones de jugadores rehabilitados, y viene alimentada por el boom publicitario: la Real Sociedad es el único equipo de Primera que no cuenta entre sus sponsors con una casa de apuestas –unos patrocinios que han sido prohibidos por ejemplo en Italia–. (klik egin-ver más)
Beñat Zaldua, en GARA
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