Ahora bien, si recordamos que en sus orígenes Euskaltel fue una empresa pública que ha terminado en manos de unos fondos de inversión privados –Cinven, KKR y Providence Equity Partners–, especializados en trocear empresas para sacar el máximo beneficio, la ganancia para el país ya no está tan clara. Euskal Herria no solo pierde el control público, también el centro de decisión. Si a esto añadimos que hace nueve años el Ejecutivo de Lakua vendió a Euskaltel la red pública de fibra óptica por un precio irrisorio, la pérdida para el país es evidente. Si además recordamos que MásMóvil no cotiza en Bolsa y por tanto las exigencias de información y control son mucho menores, de aquella empresa pública solo va a quedar la marca. Para redondear, los nuevos gestores anuncian nuevas líneas de negocio, entre las que destaca la telemedicina; se ve que como complemento ideal a la anorexia de Osakidetza.
Euskal Herria ha perdido una infraestructura, la red de fibra óptica, y una empresa pública, Euskaltel, herramientas clave para estructurar estratégicamente las telecomunicaciones del país. Con el beneplácito de Lakua, la operación empobrece al país para enriquecer a unos pocos.
Editorial de GARA
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