Hay personas que se casan como príncesas o príncipes y se divorcian como el resto de la gente. Hay familias que son tan idílicas que resultan irreales y familias reales que no son nada idílicas. Aquí nos ha tocado una familia real bastante irreal, más propia de una película o una serie que de la vida misma, sobre todo para quienes defendemos una vida sin esa institución. En ella hay de casi todo, pero sobre todo hay desamor, solo una de las parejas se mantiene, quien sabe cómo ni hasta cuándo. El rey y la reina siguen la partida, saltando al tablero como la pareja real que tiene que demostrar credibilidad en ese mundo de farsas y medias verdades donde a las cosas nunca se les llama por su nombre. Ni cuando uno entra en la cárcel, ni cuando tienen amantes, ni cuando se llevan el dinero a cuentas en Suiza, ni cuando se fugan para evadir el fisco, ni cuando se separan, porque al divorcio le llaman "cese temporal" o "interrupción de su relación". Están acostumbrados a moverse en esa delicada línea de palabras siempre correctas, donde todo acaba sonando bien. Pero ya hace tiempo que es difícil tapar el ruido por mucha música de fondo que le pongan. Van camino de acabar como en la película Familia, de Fernando León de Aranoa, con una familia de alquiler, con actores que den vida a quienes un día fueron reales y hoy ya no lo son.
Alicia Ezker, en Diario de Noticias
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