Nadie se escandaliza a estas alturas por un caso más de fuga desde IU, como antes desde el PCE, hacia las poltronas más confortables y mucho más seguras del PSOE. Eguiguren, Mohedano, Alonso Zaldívar, Pilar Brabo, Sole Tura, Curiel, Cristina Almeida, López Garrido, Rejón....la lista es interminable. La mina se ha ido agotando, claro está, pero todavía da lo suficiente como para asestar de cuando en cuando un golpecito para recordar que no quieren a nadie a su izquierda. Con muy buenas palabras, guante de seda y mano de hierro. O lo contrario de lo que se predica, que en eso es maestro Zapatero.
Lo cierto es que lo de Rosa Aguilar ha causado menor extrañeza que cualquier caso anterior. No hay más que recordar cómo Córdoba se constituyó, merced al apoyo de su alcaldesa, en punto significativo del itinerario del autobús que hace unos años montó Basta Ya para denunciar por todo el Estado el Plan Ibarretxe y de paso manifestarse contra la candidatura a los Goya del documental de Julio Medem. O cómo ha manifestado públicamente sus simpatías por Rosa Díez. O su decisión de asistir a la boda real.
Pero su viraje político resulta bochornoso porque entra en un gobierno autonómico contra el que había votado su partido. Pero todavía resulta más sonrojante el hecho de haber aceptado hace tan sòlo cuatro meses el cargo de coordinadora de Política Institucional en la Ejecutiva de Izquierda Unida. Es una auténtica deshonra para la política comprobar en cuántos de los casos de transfuguismo y virajes políticos, la ideología está justamente al lado del bolsillo.
Praxku
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