El pasado domingo Gernika recordó un año más, el aniversario del bombardeo nazi-fascista que, el 26 de abril de 1937, arrasó la localidad dejando centenares de víctimas. La presidenta de la Cámara de Gasteiz, Arantza Quiroga, no acudió al acto, alegando problemas de agenda, mientras acudía a una jornada de Covite. Es la primera vez que tal ausencia se da desde que se recuerda oficialmente tan triste suceso. ¿En cuántos países del mundo es imaginable un boicot institucional semejante a la conmemoración de una masacre con tantas víctimas civiles? Aunque sólo fuera por cuestión estética, produce escalofríos, cuesta todavía hacerse a la idea de que por la obstinación de algunos, una persona cuyas convicciones políticas y filosóficas son rotundamente rechazadas por la gran mayoría de un país, pueda ostentar uno de sus más importantes símbolos institucionales. Una provocación que causa indignación y vergüenza.
Praxku
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