martes, 17 de julio de 2012

DESORDEN PÚBLICO


Desde la premisa de la complejidad que entraña la gestión ponderada del orden público -y quien suscribe alguna experiencia tuvo al respecto-, la actuación policial en el encierro de la villavesa resulta censurable, también por dejar a los agentes al albur de una crítica justificada. Porque el despliegue de las fuerzas de seguridad en la vía pública debe tener como pauta primera y principal en una democracia la de evitar incidentes y, si mediaran, la de responder proporcionalmente, lo que supone no infligir con la acción coercitiva más daño del que se pretende evitar tanto a personas como a bienes. Justo lo contrario ocurrió el domingo, porque la presencia policial en la Estafeta fue la que generó la algarada y no al revés, como también porque la afección al tráfico hubiera sido insignificante a las 8.30 horas del día 15 si se deja terminar la parodia a los participantes, que en su desinhibida carrera tampoco habían entonado soflama alguna hasta ser interceptados sorpresivamente. A partir de ahí, cabe preguntarse qué fines perseguía la autoridad que ordenó a los municipales cerrar el paso -y con un dispositivo mínimo, por eso el apoyo instado a la Policía Nacional- a la muchachada ya lanzada, en vez de impedir la aglomeración de partida, como dicta el procedimiento. Más a la vista de cómo se ha criminalizado luego ese inocuo colofón de la noche sanferminera, equiparándolo a los lamentables sucesos del Riau-riau. En suma, que, tanto si se buscó la bronca como si no, algún irresponsable de gatillo rápido -admítaseme la expresión- sobra en un cargo público tan sensible para nuestra convivencia.
Víctor Goñi, en Diario de Noticias

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