Al finalizar la guerra civil los maestros de
escuela, los profesores de instituto y los catedráticos de universidad,
que impartieron de buen grado la enseñanza laica según el ideario de la
República, habían sufrido una represión inmisericorde. A unos los pasaron por
las armas, otros fueron aventados al exilio y el resto se quedó en la calle sin
oficio ni beneficio a merced de su hambre. Durante la República el Ministerio
de Instrucción Pública se había convertido en un campo de batalla entre el
derecho a una enseñanza libre, racional y gratuita y los privilegios en la
educación que la oligarquía compartía con la Iglesia Católica. El primer
decreto que emitió el gobierno de Azaña fue para subir el sueldo a maestros de
escuela y profesores de segunda enseñanza. (klik egin-ver más)
Manuel Vicent, en El País
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