martes, 25 de marzo de 2014

EN SU HABER

Producen sonrojo algunas de las cosas que estamos oyendo estos días sobre el fallecido Adolfo Suárez. Entre otras cosas, por venir de boca de gente que, en muchos casos, no descansó hasta anularle políticamente. Hay mucha sombra en la obra del expresidente español. Muchos de los lodos que vivimos hoy vienen de los polvos de su mandato, entre 1976 y 1981. Una democracia de baja intensidad, tutelada por poderes fácticos económicos, políticos y religiosos, que hizo borrón y cuenta nueva del franquismo y dejó prácticamente intacto el aparato de la dictadura en Policía, judicatura, jefatura del Estado, etc. Pero también conviene preguntarse si, con la correlación de fuerzas existente tras la muerte del caudillo, había margen para mucho más. A saber cuánto había de convicción y cuánto de cálculo en la conversión a la democracia de un prohombre del franquismo como fue Adolfo Suárez hasta la desaparición del dictador. Mostró, sin embargo, una audacia que hay que reconocer en muchas decisiones que acompañaron a la voladura controlada del régimen: legalización del PCE y del resto de la izquierda extraparlamentaria (HB incluida), ley de amnistía, estatutos de autonomía para Euskadi y Catalunya, negociaciones con ETA (pm), etc. Muchos de sus antiguos correligionarios y bastantes de sus nuevos compañeros de viaje no le perdonaron nunca algunas de sus decisiones. En su haber queda también la Disposición Transitoria 4ª de la Constitución, que regula la hipotética integración de Navarra en la Comunidad Autónoma Vasca, simplemente impensable en la actualidad. Los que le sucedieron podían haber profundizado en la brecha que ayudó a abrir, pero no estaban por la labor. No creo que Suárez fuera tan grande como loan estos días. Su figura queda engrandecida por la pequeñez de los que vinieron después.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias

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