-¡Caminen putas marimachas! ¡Rojas de mierda! –Bramaba el jefe requeté, Sebastián Jiménez Sánchez mientras llevaban a las dos muchachas rapadas, encadenadas por el cuello, destrozadas por la tortura y la violación múltiple al pozo de la finca de Los Betancores en Los Giles-
Las sacaron a golpes de la cama esa madrugada cuando dormían abrazadas en su humilde casita de la abuela Matilde en La Milagrosa, tras el chivatazo del cura de Tenoya a los falangistas de que “vivían en pecado y eran afiliadas a la CNT”, fue un lunes muy lluvioso, olía a tierra mojadas y a tabaco Virginio.
Rosa y María del Pino no imaginaron jamás que se verían en aquella situación, solo tenían el carné de un sindicato, nunca habían estado en manifestaciones o huelgas, solo se afiliaron para que defendieran sus derechos como aparceras en los tomateros de aquellos caciques, los que después del sábado 18 de julio del 36 habían puesto sus propiedades y personal al servicio de los fascistas. (klik egin-ver más)
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