martes, 24 de octubre de 2017

NACIONALISMOS Y ESTADISTAS

Me da la impresión de que muchos no acaban de entender la situación en la que nos encontramos. Estamos ante un conflicto político de primerísima magnitud y, sin embargo, son legión los que lo abordan desde un prisma mitad moralista mitad legalista que aboca a medidas no solo inútiles, sino contraproducentes. En 1978 el pacto de Cataluña con la Constitución recibió el inapelable aval del 90% de los votantes catalanes. Hoy, no solo el 70-80% de los mismos quiere celebrar un referéndum de independencia, sino que el 48% avaló con su voto en las últimas elecciones, convocadas en clave explícitamente plebiscitaria, la voluntad de marcharse… ¿Qué ha pasado para llegar a eso?   (klik egin-ver más)
Jorge Urdánoz Ganuza, profesor de Filosofía del Derecho de la UPNA (en El Diario Vasco)

1 comentario:

  1. No comparto que “ la transición no se edificó sobre una idea de igualdad absoluta entre todos los españoles, sino más bien sobre una voluntad de reconocimiento de los hechos diferenciales entre ciertas comunidades” . Primero, porque lo correcto sería hablar de ciudadanos y no de españoles: antes de redactar la Constitución ya había ciudadanos que sólo eran vascos, catalanes… es decir, que debemos diferenciar pertenecer a España administrativamente de ser español.

    Segundo, porque las autonomías no hacen diferentes a los ciudadanos salvo que estos sean iguales, es decir, si entre castellanos se concede autonomía a los vallisoletanos, esto sería desigualar. Eso es un mito y un slogan torticero de los centralistas. Las autonomías históricas ratifican que no todos los que viven en España son españoles y que por tal motivo (que pretende la paz social y la democracia) tienen unas peculiaridades propias que piden sean respetadas: eso no es privilegio ni desigualar… Y las autonomías no históricas sólo confirman que no se quiere admitir que en España haya más pueblos que el español. Que los vascos o catalanes tengan unas leyes que les permitan el bilingüismo y sus símbolos identitarios no les convierte en privilegiados frente a los españoles, al contrario, el privilegio lo ostentan estos últimos porque imponen sus símbolos y lengua a los “autonómicos”. Igualdad sería vascos hablando euskera y ondeando ikurriñas y españoles lo suyo, pero los vascos para poder tener y disfrutar de sus “privilegios” deben conocer y someterse a los de los españoles: habla castellana y bandera rojigualda, entre otras premisas. Y autonomías debieron ser aquellos lugares donde había ciudadanos no españoles por lo obvio: porque es la forma democrática de mantener unidos a los que son diferentes cultural y lingüísticamente sin que estos se sientan oprimidos o reprimidos, o como Cesár romanizaba a los galos: “la única forma de ser romanos los galos es siendo muy galos”... Además la autonomía es la forma ideal para contener el independentismo si la autonomía es tal y no como las que tenemos, que ya no pueden esconder más la trampa que fueron desde su inicio: los ciudadanos bajo autonomías nada tenemos salvo folklore y fe de que tenemos algo… Por ello cuando desde el Poder Central se amenaza con el 155 a las autonomías no se está amenazando ninguna realidad tangible sino algo peor: deseos y pasiones de sus habitantes…. La prueba es que tras el cepillado del estatut, la inmensa mayoría de catalanes asumieron los tijeretazos pues lo importante era lo incorpóreo, es decir, la autonomía: su idea etérea sin más

    Pero ¿hacían falta autonomías?? No si se hubiera pretendido una democracia de ciudadanos –todos iguales- donde en los diferentes lugares que hay nacionalismos llamados “periféricos” los derechos lingüísticos e identitarios hubieran estado recogidos constitucionalmente sin opción a modificarlos: los vascos deben aprender vasco gobierne el PP o el PNV o UPN o GB, y la ikurriña será legal y bandera vasca sin restricción alguna. Pero el nacionalismo español, el nazional catolicismo, jamás quiso un país de ciudadanos sino de españoles: nacionalistas, rojigualdos, católicos, franquistas….. Y pretender tal cosa es lo que nos condena a vivir en el interminable problema de una España invertebrada donde el nacionalismo mayoritario quiere fagocitar a los minoritarios en vez de diluirnos todos en una ciudadanía, cada cual con sus particularidades intocables salvo decisión propia.

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