martes, 26 de febrero de 2019

NO QUEDA NADA

La última vez que el Estado transfirió a Navarra alguna de las competencias que le corresponden por el Amejoramiento fue en 2001. Desde entonces, nada, y no por falta de temas pendientes: instituciones penitenciarias, gestión económica de la Seguridad Social, tráfico, I + D, salud laboral… Gobernaba aquí UPN, aliada de los sucesivos gobiernos de Madrid, a los que ya no volvió a manifestar interés por elevar el nivel competencial de la Comunidad Foral. Cuando Barcina empezó a perder votaciones en el parlamento navarro, UPN pasó a animar al primo de Zumosol madrileño para que, vía recurso al Constitucional, cortara las alas a la cámara disidente. Desde que perdió el Gobierno en 2015, su alineamiento con el centralismo hispano no ha dejado de agudizarse. Votó a favor de que las competencias de Educación volvieran al Gobierno central, se ha mostrado reticente a la transferencia de Tráfico y puso en las ruedas todos los palos posibles a la actualización del Convenio. Ahora, prepara alianzas con los antiforalistas y compite en españolidad votando en contra de la ampliación de competencias a una CAV a la que no se ha cansado de acusar de “injerencia”. “La óptica de Madrid no es la misma que de Navarra… nosotros queremos que los problemas se resuelvan con la óptica de Navarra”. ¿Uxue Barkos en 2019? No, Jesús Aizpún en 1979, el día de la creación de UPN. Aizpún, como el resto de los fundadores de su partido, provenía del franquismo sociológico y mantenía una ideología profundamente derechista. Aizpún era antinacionalista vasco. Aizpún no concebía una Navarra que no fuera parte del reino de España. Pero nadie le puede negar la sinceridad de su apuesta por el autogobierno, aunque entendido a su modo. 40 años después, de eso ya no queda nada. Sólo conservadurismo casposo, antivasquismo visceral y una de las versiones más cutres del españolismo cañí.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias

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